jueves, 10 de enero de 2013

La Cañada del Lobo

Tras casi un año, sin tener en cuenta nuestra escapada veraniega a Gran Canaria, volvimos a nuestra actividad senderista con muchas ganas y sobretodo ilusionados con la reincorporación de nuestro gran amigo y honorable fundador del grupo, Juan Carlos, el cual nos había tenido abandonados debido a sus maltrechas rodillas.
Siguiendo la proposición de Jorge, decidimos realizar una ruta corta con idea de echar sólo la mañana e ir calentando motores. El inicio de la subida de la Cañada del Lobo se encuentra en la frontera entre Torremolinos y Benalmádena, cerca de los últimos chalets.

Tras la foto de rigor, en la cual se muestra la desconfianza de todo el mundo para ponerse al lado de nuestro bromista coronador Jorge, comenzamos la ruta con la desagradable abundancia de escombros y mierdas varias, que nos hizo dudar del correcto hito de salida.



Después de varios titubeos decidimos atravesar el túnel que está justo debajo de la carretera que nos hizo dejar atrás aquella vista tan desagradable.


Tras salir del túnel, los primeros pasos nos dirigieron hacia un frondoso y sorprendente pinar, que contrastaba con lo visto anteriormente y con otra ruta anteriormente realizada por mi hace unos cuantos años al bajar andando desde la cima del teleférico de Benalmádena, cerca de allí.


Los nidos y procesionarios de orugas del pino abundaban por todos lados, pero a pesar de sus efectos urticantes y alérgicos todo el grupo salió sano y salvo, je, je. Y para los que querías saber algo más, aquí está lo que dice wikipedia:
"Las orugas (fase de larva) están cubiertas de pelos urticantes que se desprenden y flotan en el aire, por lo que pueden provocar irritación en oídos, nariz y garganta en los seres humanos, así como intensas reacciones alérgicas. La sustancia que le confiere esta capacidad urticante es una toxina termolábil denominada Thaumatopina."


El cauce seco que iba paralelo a nuestra senda es usada por los aficionados a descensos con bici de montaña, aunque sólo nos cruzamos con dos de estos intrépidos ya casi al final del cauce.


Y llego el momento estrella de la ruta. Nos íbamos a hacer nuestra foto malabarista, en la que normalmente el que escribe se juega el pellejo para salir todos, cuando apareció un fornido personaje que se prestó a hacernos la foto. Con la broma de salir corriendo con la cámara empezamos a charlar y menuda charla de más de media hora. El tipo era holandés y su nombre no me acuerdo, era un ex-empresario en paro apasionado de la naturaleza y con una idílica mentalidad ecológica en que su sueño era fundar una colonia en la que se compartieran gallinas, huevos, huertas y que sé yo más, y crecer y crecer. La idea era bonita aunque la veíamos algo utópica. Pero el holandés en su casi perfecto castellano nos intentaba evangelizar y que al menos le apoyáramos en sus ideas... Al final, sólo Jorge se mostró dispuesto a intercambiar información con él en el futuro ;-)


Y tras mucho esfuerzo pudimos continuar andando. El parón nos había retrasado un poco y apretamos la marcha justo en la última parte de la subida cuando más empinado estaba.
Salimos del pinar y ya las vistas nos empezaron a deleitar con la costa malagueña a nuestra espalda, al este la cantera devorando nuestro bosque y mirando al oeste las últimas torretas del teleférico de Benálmadena.






Así continuamos nuestro ascenso hasta llegar a un camino de tierra perfectamente conservado para comunicar el reciente complejo de casas rurales, bueno creo que dos con muy buena pinta, con el Mirador del Lobo. 



Hasta dicho mirador nos acercamos y pudimos observar una bella panorámica de todo lo que nos rodeaba llegando nuestra vista hasta alcanzar Sierra Nevada.









Tras nuestro merecido descanso nos afanamos en encontrar el inicio del descenso que nuestros tracks de la ruta nos marcaban, bueno mejor dicho los de mi dos más adeptos fieles a esto de mirar en todo momento por donde vamos. Confiando en lo que la tecnología nos decía comenzamos, tras cual cabra montesa, el descenso. Desafiando los límites de la gravedad, hay que darle vidilla a esto, nos jugamos el pescuezo con los resbalones y finalmente conseguimos en pocos minutos alcanzar la carretera polvorienta que da acceso con coche al complejo rural. Por cierto, que tendremos que llevar algún día a la familia...


Aquí están las fotos de nuestra alegría al superar dicho escollo. 




Ya sólo nos quedaba seguir la carretera y tras saludar a unos ancianos pero atléticos vecinos de Jorge, encaramos el último tramo el cual incluso estaba asfaltado y pronto alcanzamos las primeras urbanizaciones que cada vez van ganando más terreno a nuestra madre naturaleza. Nuestra corta pero agradable ruta había llegado a su fin.
Las rodillas de nuestro amigo Juan Carlos habían soportado bien el envite pero no tanto la que siempre le da por saco a Jorge, el cual llegó bastante fastidiado después del último esfuerzo en la bajada. 


3 comentarios:

  1. Salva, excelente narración de la ruta, como siempre.

    Habría que preguntarle a Jorge por el nombre del holandés, ya que confraternizaron bastante. Quizás más de lo deseable ...

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  2. El nombre del holandés errante era Jan... o algo similar... pero como desgraciadamente perdí el papelito donde se apuntó, pues no recuerdo cómo se escribe... Quizás si repitiésemos la ruta podríamos contactar con él. Por cierto que el otro día vi unos huertos muy bonitos en el parque de La Batería...para los incrédulos...

    En cuanto a subir con la familia, comentaros que no sé si será posible en invierno, pero en verano lo intenté y no pude, la cadena estaba echada :-(

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  3. La verdad es que lo de los huertos urbanos y todo ese mundillo está bastante en auge. Si es que al final perdimos una buena oportunidad...

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